Generalmente, y con muy pocas excepciones, se habla de la Recuperación de nuestras Islas Malvinas, como un hecho puramente “militar”. Fue muchísimo más que eso. Fue el hecho político más importante del s. XX. Por otra parte, no fue solamente un hecho argentino, sino un punto en el camino de la Liberación Nacional que, ponía nuevamente sobre el tapete, la lucha por la independencia de la Nación Irredenta que reconocía su antecedente, en los días de AYACUCHO. Al día siguiente de finalizada la lucha contra España Absolutista comenzó la lucha contra el imperio inglés y el imperio francés, al que se agregaría en el siguiente siglo XX la lucha contra la plutocracia norteamericana en todo el territorio de la Nación Latinoamericana. En ese camino desde 1824 a 1982, numerosos hechos actuaron de mojones indicativos que nuestra cuestión nacional, volvía a salir a la superficie, en un intento avanzado, de retomar el camino que nunca se había olvidado. Después de aquellos largos años de luchas parciales de una Patria Balcanizada, la política volvía a continuarse por otros medios. El México de Juárez en la guerra contra Francia; la solidaridad Argentina de Roca contra las flotas de usureros que agredieron a Venezuela; la solidaridad Argentina de Yrigoyen rindiendo homenaje al pabellón de la República Dominicana y la solidaridad material de la Argentina de Perón con la Guatemala de Jacobo Arbenz, volvía a encarnarse en el enfrentamiento de 1982 contra la OTAN en general y contra Gran Bretaña en particular, que no comenzó en ese año, ni terminó en el mismo.
El 2 de abril de 1982 fue de tal magnitud política, que hasta hoy, el imperialismo ha tratado y trata infructuosamente de ocultar por su propaganda su derrota política (o convertir su triunfo parcial de una batalla en un triunfo en una guerra, que no comenzó ni terminó en el 82).
El temor del imperialismo y sus agentes internos era y es fundado. Era el temor al hecho que a pesar de la nefasta tiranía de Martínez de Hoz, de esas fuerzas militares surgiera un nuevo Roca, militar o civil (como surgió después de la anglófila guerra del Paraguay), un nuevo Nasser o un nuevo Perón. A partir del 2 de abril, el Pueblo Argentino había vuelto a entrar en la Casa Rosada. Esa fue la razón de fondo por la cual el imperio se veía obligado a retomar (con civiles, gorilas de origen, supuestamente democráticos) el Proceso interrumpido durante 74 días.
Aunque parezca una contradicción, el 30 de marzo del 82, la lucha social de los trabajadores, volvía a encontrarse con la lucha nacional con todos los componentes orgánicos que habían conformado la alianza del 17 de octubre. Martinez de Hoz había perdido a sus guardaespaldas del 76 con su manos tintas en sangre de argentinos (período sobre el que nada se ha escrito con verdad) y dentro del Ejército levantaban cabeza los soldados que se habían ofrecido a defender a Isabel con las armas en la mano. El peligro para los intereses oligárquicos e imperialistas era inminente. Inglaterra vio claramente esa perspectiva, y ahora continuó su lucha por otros medios, con el apoyo de sus secuaces europeos y norteamericanos. Levantó una democracia colonial, que no fue una conquista del Pueblo, como lo había sido en 1880 con los chinos de Roca, como lo fue el 1816 con Yrigoyen y como lo había sido el 17 de octubre con Perón. Persistía el peligro que para el imperialismo había sido el 29 de mayo del 69 y septiembre del 73, que quedaría trunco al momento de la muerte del general y el derrocamiento de Isabel Perón del 76. Inglaterra continuó la guerra por esos “otros medios”, y su primer objetivo fue impedir la “limpieza” en las FF.AA. para ir a la destrucción de TODO (lo bueno y lo malo).
La oligarquía había perdido sus fuerzas de otros tiempos, y la claridad del imperialismo le hizo ver que debía respaldar otra máscara. La democracia colonial del que había calificado la gesta como “carro atmosférico”, temeroso que surgiera un “nasserimo”, que quiso y no pudo entregar el país como continuador de la tiranía acicalada como “democracia” (Recordemos que regaló SIAT y no pudo regalar Aerolíneas y SOMISA), y perteneciente al partido que había suministrado intendentes y diplomáticos a la tiranía, que resultó la cara ideal para encubrir la farsa democrática, que luego llevaría adelante el que expresó: “sí hubiera dicho lo que iba a hacer, no me votaba nadie”. Esa nueva ofensiva inglesa se basaría en el poder de la infantería de los grupos económicos de la burguesía dependiente, la caballería del capital financiero y la artillería del periodismo esclavizado.
Las fuerzas en pugna son las mismas que en el 80, el 16, el 45, el 69 y el 82. El titiritero es el mismo: el imperialismo; sus sirvientes son los mismos, los grupos económicos que varían sus estructuras pero no su dirección. El Pueblo es el mismo. Las confusiones son las mismas, pero las banderas también son las mismas. A la hora de la hora los Pueblos levantarán las mismas enseñas y la democracia será real y la sepultura del imperialismo y sus cómplices también será real, aunque bajen a ella cubiertos de sangre y barro, de la misma forma en que nacieron.
El Nacionalismo con Pueblo y el Socialismo con Patria tienen sobre sus espaldas la responsabilidad del futuro por venir. La responsabilidad también de los nombres. El informe Ratenbach se presentará como lo que fue: una infamia pergeñada por militares mitristas y que por sus características constituyó una verdadera traición. Los combatientes serán reconocidos como ciudadanos y soldados patriotas y no tachados con la denominación infame de “chicos de la guerra”. Las Fuerzas Armadas tendrán un comandante en jefe que NO encenderá velitas con la embajadora británica. El que fuere Presidente expresará claramente que las Malvinas, la Antártida y el Atlántico Sur son argentinos y no solo “que no son británicos”. El hundimiento del General Belgrano será un crimen de guerra tanto como el hundimiento del San Juan. En la Rosada estará instalado el busto de la primer Presidente mujer de la Argentina. El índice de desocupados será un lejano recuerdo y la pobreza y el hambre serán el triste recuerdo de un período en que se reinstaló la colonia. Ciertamente la soberanía política y la justicia social no será una obra de perritos falderos y la lucha no se limita a Malvinas ni a la Soberanía Territorial. Continúa en todos los terrenos del nacionalismo económico del IAPI y la organización política del Estado de la Constitución de 1949, en el de la Recuperación del robo de la Empresas y las Riquezas Nacionales.
Los repudiadores de “izquierda”, como oportunistas sirvientes del imperio, tanto como los “idolatradores” por derecha como justificadores de los crímenes de la tiranía de Martinez de Hoz, todos del frente antinacional, quedarán como lo que son: sirvientes del imperialismo. Su Juez será el Pueblo, que también limpiará el establo en que han convertido a nuestro país. En esa conquista, el estandarte de Malvinas encabezará la limpia marcha que hará Justicia a los intereses nacionales y a diferencia de Artigas podremos decir: tenemos PATRIA.
Se terminarán los discursos que encubren intereses de la Anti Nación y el Anti Pueblo, como los pergeñados por los pseudo políticos y empleados concretos del imperio, que encubren su cobardía para defender con uñas y dientes los intereses nacionales. Los que endeudaron y los que pagaron continuando el sometimiento no pueden hablar de Malvinas: solo encubren sus verdaderos interese y su cobardía rastrera.
Tal vez algún día se enteren todos los falsarios, que la decisión no fue del general Galtieri, sino una condición del Almirante Anaya para terminar con el segundo general de la tiranía, aquel almirante que siendo agregado naval en Inglaterra, durante el embajador Anchorena, veía asqueado como los diplomáticos se orinaba por ir al té de SMB.
Falta mucho para aclarar como para que esta fecha sea un verdadero y completo homenaje a los hijos pródigos que intentaron retomar la tradición de San Martín (y la retomaron por 74 adías), combatiendo y entregando su vida en defensa de TODO y de TODOS, a pesar de la niebla que cubría y todavía cubre los acontecimientos